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ISSN 1989-4163

NUMERO 21 - MARZO 2011

Vernissage

Paco Piquer

            Salas asépticas, como de hospital. Blancas paredes, iluminación adecuada, las obras aguardan colgadas en los espacios y en el orden elegido cuidadosamente. Numeradas, catalogadas, con el precio fijado. Al alcance de los coleccionistas, de los ahorros de los aficionados, del talonario del nuevo rico, de la locura consumista del snob. El artista, algo nervioso, planea entre los primeros visitantes que han acudido a admirar sus lienzos, repartiendo saludos, abrazos,  apretones de mano. Desconoce a muchos de los que se han dado cita en el vernisage, atraídos por la invitación a cuatro tintas que el responsable de la galería ha remitido para garantizar el éxito del mismo. Unos puntitos adhesivos, de colores, aparecen junto al título de alguno de los lienzos. “Reservado” si el puntito es azul. “Adquirido” si es rojo. No puedo entender cómo, apenas unos minutos después de abrirse las puertas de la exposición, han proliferado tantos puntitos de colores. Parece como si una violenta erupción cutánea, un salvaje acné, se hubiese cebado en la piel joven del rostro de un adolescente. “Sin título” Técnica mixta sobre tabla. 60 x 120. Frente al cuadro, una abigarrada mezcla de colores sin sentido alguno, dos personajes dejan caer sus opiniones -  No estoy seguro, pero a mi me parece adivinar la silueta de un pájaro – opina el primero. - ¿Tú crees? – pregunta el segundo – Yo no veo absolutamente nada – continua, ladeando ligeramente la cabeza. Un camarero, bandeja en ristre, ofrece su itinerante surtido de canapés a los invitados que abandonan un instante sus sesudas cábalas para elegir con delicadeza, apenas con la punta de los dedos, ese de salmón con un comino de aceituna, tan apetitoso. Junto al titulado “Ubres exhaustas” Acrílico con fondo de metacrilato y  papel de estraza. 50 x 100 , tres respetables señoras, vestidas para la ocasión, atacan a dos carrillos unos sabrosos montaditos de berenjena fría sobre lecho de mahonesa y salsa rosa y el mero hecho de masticar y su posterior deglución, les excusan de manifestar sus opiniones encontradas sobre aquellas tetas caídas como pimientos que se plasman brumosas en la tela frente a la que están situadas, eso sí, sin perder de vista con el rabillo del ojo al segundo camarero, que llega portador del refrescante champagne “brut”. – A mí, el “semi” me da dolor de cabeza. – comenta una de ellas. Las otras asienten, entendidas. El artista pasa por su lado - ¡Enhorabuena¡ - aventura su felicitación la única de las tres que tiene la boca vacía - ¡Muchas gracias! – responde, modesto, el pintor, casi de pasada, pendiente, con un ojo, de los gestos que, para sí mismo, interpreta un conocido crítico que mañana plasmará en un diario local la subjetividad de su opinión, y, con el otro y con el riesgo del bizqueo consiguiente, los del rico empresario que acompañado del galerista se deja aleccionar por éste en la proyección de su ya importante colección privada. – Permítame que le presente al autor – el importante empresario estrecha la mano del pintor, mientras a su espalda un puntito rojo es adherido junto a la plaquita que lo titula. “Nada” Pastel sobre fondo de cartoncillo reciclado. 90 x 170. Poco a poco la sala se ha poblado de variopintos seres ávidos de cultura. Los comentarios van subiendo de tono a medida que el “brut” anima las sentencias de los presentes. – Hay un sentimiento encontrado, no se… como de lástima por el entorno subyacente – sin soltar la copa, un elegante caballero juzga con firmeza mientras parece acariciar a medio metro de distancia un punto negro que flota sobre un mar de cabezas de pescado cortadas de raíz y que con el título de “Hedor para un solo orificio nasal” Técnica mixta sobre corteza de abedul. 200 x 400, preside, solitario, la pared más importante de la galería. La tarde languidece a medida que se van agotando los canapés. Al insistente camarero del champagne “brut”  le duelen los pies y ha quedado con su novia. El galerista se ha retirado a su despacho donde realiza mentalmente algunos cálculos. El artista ya no sabe a quien saludar y el único presente que entiende algo de pintura, hace ya tiempo que se ha deslizado disimuladamente en una sala contigua donde contempla, casi temblando y a solas, una “madonna” de Caravaggio, joya que formará parte de una muestra retrospectiva que se exhibirá la próxima semana. 

 

Arco

 

 

 

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